......Un 15 de Mayo el pueblo se levantó contra el poder y la mentira. Un pueblo harto de un Poder que se hacer llamar político pero que en realidad se ha vendido a los mercados y al capitalismo más salvaje de la historia. Harto de la mentira de que esto en lo que vivimos pueda llamarse democracia. De allí el grito “No nos representan”. Y sobre todo, harto de la mentira, que aún perdura, de llamar ‘crisis’ a lo que todos sabemos que es una estafa. Las calles se llenaron de dignidad, de buenas ideas, de solidaridad entre las gentes, de la demostración palpable de que otro mundo es posible, y el pueblo sabe cómo construirlo. Volvieron a tener sentido palabras como pueblo, fraternidad, mundo mejor. ¿Qué ha cambiado desde entonces? Para bien, la gente. Para mal, los poderes políticos y financieros. La gente que se ha dado cuenta de que el Poder es el enemigo y no cabe esperar nada de él, más que la estafa y la mentira, y se han puesto manos a la obra para ayudarse unos a otros y movilizarse en pos de sus derechos. Desde aquel Mayo son innumerables las plataformas y mareas que defienden el trabajo, la sanidad, la educación, los derechos, que reclaman contra las injusticias y la destrucción del estado de bienestar; ahí está la PAH, ayudando a los desahuciados, evitando cientos de desalojos, ahí están los afectados por el atraco de las preferentes, ganando un juicio tras otro con la ayuda gratuita en muchos casos de abogados con sentido de la decencia y la justicia, los bancos de alimentos gestionados por particulares, los bancos de tiempo, la plataforma 25S, las Marchas por la Dignidad, etc, las asociaciones y organizaciones no gubernamentales para prestar ayuda de todo tipo, las personas anónimas que aun sin pertenecer a ninguna plataforma ayudan a un necesitado, a un vecino, a alguien que lo pasa mal. Todo esto, que dignifica al pueblo, es sin embargo la vergüenza de sus gobernantes. Éstos, como culpables de la estafa, habrían de ser los encargados de repararla. Ya vemos que todo lo contrario.
Cuando hace dos años el candidato elegido como presidente del país, el
mismo día de las elecciones, pronunció aquel discurso que sólo se le ocurre a
un mentiroso, a un cobarde, a un miserable y un analfabeto, dijo, entre otras
muchas sandeces, algo como que iba a devolver a los ciudadanos el orgullo de
ser españoles (¿alguna vez existió tal cosa?). Pero cuál es la realidad tras
más de dos años de desgobierno: que cada día, la dignidad que nos da la gente,
nos la convierte en vergüenza decir que uno pertenece a este país y su
gobierno. Que es una vergüenza pertenecer a un país donde habiendo personas que
tienen que elegir entre comer y tomar sus medicamentos, el estado regala a los
banqueros miles de millones de euros para esconder sus estafas y su corrupción.
Donde, cuando se vota una ley para quitar prestaciones a los parados y una
diputada grita “¡Que se jodan!”, no es destituida fulminantemente. Un país
donde, oh casualidad, desde lo que llaman crisis y es una estafa, los ricos son
más ricos. Donde se han impuesto unas brutales tasas judiciales para que la
gente no pueda acceder a la justicia universal y gratuita que defiende la
constitución. Da vergüenza vivir en un país donde es más fácil que un político empapele a un juez que viceversa. Donde
se destruyen pruebas judiciales de gravísimos casos de corrupción, y no pasa
nada. Donde se suben los impuestos hasta cifras escandalosas, a menudo
declarados ilegales por tribunales europeos, impuestos hasta en los cuadernos
de los niños y los estudiantes, hasta en los gastos de las funerarias; roban
hasta a los muertos, no tienen pudor ninguno. Mirándose a sí mismos han hecho
un descubrimiento portentoso: el de que pueden vivir sin dignidad. Da horror
que se quiten médicos y servicios de urgencias en localidades pequeñas; ya ha
costado más de una vida, como están costando vidas los desahucios, la
desesperación, la destrucción de los derechos básicos. Estamos hablando de
asesinatos por omisión. Al fin y al cabo de asesinatos. Estamos hablando de
vergüenza. Y todo ello ¿para qué? : para que sean los ciudadanos quienes paguen
una deuda ilegítima contraída por el sistema financiero que a su vez los
estafaba; véase las preferentes, la cláusula suelo de las hipotecas, la usura y
las comisiones indebidas, etc. Vergüenza de una clase política y financiera que
no ha hecho la transición; para ellos Franco no ha muerto: lo demuestran con la
ley Mordaza; ni siquiera al viejo dictador sanguinario se le ocurrió poner
600.000 euros, (100 mill. de ptas.) de multa por manifestarse. Incapaces de
arreglar uno sólo de los problemas de la gente, optan por la represión, la
prohibición, las multas, las porras y las pelotas de goma que también han
costado lesiones gravísimas y muertes. Y éstas no son por omisión, sino con
premeditación y alevosía. Mientras se recorta en sanidad, en educación, en
investigación, mientras se les quita la asistencia a personas desvalidas,
enfermos, ancianos, aumenta el presupuesto de material antidisturbios. Pero
¿Cuál es verdadero disturbio?: Pues es este: un país con 6 millones de parados,
emigración masiva, con la corrupción impune y galopante en personajes públicos
e instituciones, con políticos que mienten cada vez que hablan; ahora llaman
‘recuperación’ al hecho de que sus amiguetes del IBEX y especuladores de la
bolsa sigan enriqueciéndose mientras sigue habiendo niños que se desmayan en el
colegio porque no han podido desayunar, gobernantes serviles de los grandes
estafadores financieros, ciegos y sordos a los problemas de la gente, dejando
que las grandes compañías de luz, gas, etc, suban los precios de forma
escandalosa, con los bancos apoderados de cientos de miles de pisos vacíos
mientras hay personas sin casa, revendiéndolos luego a precio de saldo a las nuevas
mafias del ladrillo. Eso es un
disturbio. Eso es lo antisistema. Siguen insistiendo en la
patraña de que lo que hay que hacer es “salir de la crisis”; no hay ninguna
crisis, hay una estafa, y lo que hay que hacer es meter a los estafadores en la
cárcel. Se cae la cara de vergüenza escuchar a un mandatario dar las gracias a
la gente por no salir a la calle a manifestarse; uno se pregunta si se puede
ser tan ignorante como para no ver hasta qué punto se quitan la máscara en esos
gestos, se delatan confesando que lo que quieren es un pueblo sumiso,
aterrorizado, un pueblo sin voluntad y sin agallas. Un pueblo que se les
parezca. Porque de otro modo no durarían tres días en el cargo. Vivir en un
país donde en casi 40 años de presunta
democracia sólo ha habido dos referéndums. Da pena vivir en un país donde un
gobernante no cumple ni el 3 % de su programa electoral y puede seguir en el
cargo. Instalarse en el poder de esa forma es lo mismo que dar un golpe de
estado; es un fraude electoral, moral y humano. Da vergüenza decir “En mi país
gobiernan unos golpistas, inmorales e inhumanos”. El desmantelamiento de los
servicios públicos, como la sanidad, para vendérsela barata a sus amigos y
especuladores de la empresa privada. La desfachatez con que usan la palabra
democracia, palabra que ni siquiera saben lo que significa, porque tendrían que
dimitir; les da igual. Insisten en la patraña de que las urnas legitiman a los
gobiernos. Es mentira. Todos sabemos que los grandes partidos ya no tienen nada
de políticos: se han convertido, a nivel económico, en mafias, y a nivel
ideológico en sectas, de modo que ya no tienen votantes, sino cómplices y fanáticos: por tanto, llamar democracia a lo que sale de esas
votaciones es un insulto a la inteligencia. Da vergüenza ver cómo los medios de
comunicación, en vez de ser, como decía Pulitzer, “el azote de los poderosos”
se han convertido en sus más perfectos aliados, con el caso sangrante, entre
otros muchos, de esa comparecencia, a través de una pantalla, de un presidente implicado
en un caso flagrante de corrupción, sin derecho a réplica ni preguntas. Y así,
según sus palabras: “Una prensa cínica, mercenaria y demagógica producirá un
pueblo cínico, mercenario y demagógico” Da vergüenza.
Contra todo ello, ahí está la estela de
aquel Mayo: gente que no se resigna, que sale a la calle, que ayuda a otros,
que se organiza en movimientos y plataformas, que no se calla y da cada día la
lección de dignidad que hace posible, por ellos sí, sentir ese orgullo de vivir
en este país.